Probablemente todos los celíacos coincidirán conmigo en que alguna vez en su vida nos han preguntado aquello de “¿Y qué pasa cuando comes gluten?” “¿Pero en serio me dices que con solo un poquito que comas ya te afecta?” “¿Y eso no se te cura?” y así varias veces.
Bastantes idiosincrasias podemos encontrar entre los muchos que hoy en día padecemos esta enfermedad. Hace 20 años la prevalencia de la celiaquía se encontraba entre una de cada 1.000 y 2.000 personas y a día de hoy el número de casos aumenta drásticamente. La celiaquía se va postulando como uno de los trastornos gastrointestinales más prevalentes en la sociedad a nivel mundial. Gracias al descubrimiento de los distintos anticuerpos involucrados en la enfermedad, así como al desarrollo de los métodos de cribado para su diagnóstico, la incidencia de la celiaquía se ha quintuplicado globalmente en los últimos 25 años. Por ejemplo en América, México es el país con mayor prevalencia de la enfermedad con un 3,5% de la población total, seguido de EEUU con un 1%. En países como Uruguay o Argentina se estima que 1:100 personas es celíaca, cifra que disminuye si miramos los datos de Brasil donde la prevalencia es de un 0,8%. Las regiones escandinavas de Finlandia y Suecia muestran hasta un 3%, siendo uno de los datos más altos en la geografía europea. En España, 1:500.000 personas es diagnosticada, cifra que se sabe va en aumento. Es curiosa la altísima prevalencia que hay en la región del Sáhara Occidental siendo del 8% de su población, mientras que países como la India tienen un máximo de 1,5%
Sea como fuere, el 1% de la población mundial padece la enfermedad, y se estima que la mayoría no lo sabe. Es importante saber el diagnóstico lo más temprano posible porque de ahí nace el único tratamiento posible: llevar una dieta sin gluten de por vida, puesto que no tiene cura. Muchos coincidirán en que la dieta celíaca es bastante más cara que la común, e incluso muchos países carecen de un amplio abanico de alimentos sin gluten; úlceras, anemia, dolor abdominal, pérdida de peso, diarrea y numerosas enfermedades asociadas son el amplio espectro de consecuencias de no llevar a cabo la dieta en un individuo celíaco. No obstante, en países en vías de desarrollo y/o subdesarrollados se están implementando medidas para mitigar esta problemática, ya sea aumentando la oferta de productos sin gluten o financiando parte del valor de éstos.
Asimismo, la celiaquía puede ser un problema en el ámbito social, pues puede resultar un poco incómodo el rechazar comer una rica tarta, salir a comer una pizza, etc. Y es que nuestra paranoia con el gluten es va más allá, ya que incluso el gluten se propaga por el aire. Sí, ¡nuestro enemigo también vuela! Pues es suficiente espolvorear harina de trigo en el aire para poder contaminar la comida.
¿Qué pasa si un celíaco come la comida contaminada? Antes de explicar las consecuencias aclaremos que la celiaquía está calificada como una intolerancia y no tanto como una alergia. En ambos procesos intervienen elementos relacionados con nuestro sistema inmunitario, pero de forma tan distinta que la celiaquía se diferencia radicalmente de las alergias clásicas.
¿Por qué los celíacos no toleran el gluten? La interacción entre factores genéticos (predisposición genética) y ambientales (comer gluten) lleva a la pérdida de tolerancia oral al gluten, concepto que refiere a una pérdida de la supresión de las respuestas inmunitarias a un antígeno (gluten) por administración oral debido a una inhibición de la anergia de los linfocitos T específicos –en individuos sanos dicha reacción inmunitaria está suprimida–.
El resultado es una inflamaciónde la mucosa del intestino delgado causada por respuestas inmunitarias, atrofiando las vellosidades intestinales, produciéndose anticuerpos IgA e IgG específicos como respuesta frente al gluten, así como autoanticuerpos específicos contra la transglutaminasa 2A, enzima esencial en el procesamiento del gluten.
El anticuerpo anti-transglutaminasa tisular de tipo IgA es la prueba principal utilizada para el diagnóstico, al igual que los anticuerpos frente al péptido de la gliadina de tipo IgG. Ésta última prueba se suele usar para monitorizar la enfermedad, previamente habiendo hecho análisis de las IgA.
Los responsables son los linfocitos T CD4+ y sus respuestas a la gliadina (subunidad proteica del gluten), gracias a que los linfocitos B actúan como células presentadoras de antígeno para los linfocitos CD4+ –el antígeno es la gliadina unida a la transglutaminasa del anfitrión. Además los linfocitos B son los que secretan los anticuerpos anteriormente mencionados.
¿Y qué tiene que ver la genética? Pues bien, los portadores de los genes HLA-DQ2 y HLADQ8 tienen riesgo elevado de desarrollarla ya que los linfocitos T CD4+ reconocen el conjunto formado por el HLA de tipo II + el péptido antigénico (en este caso gliadina) en la superficie de una célula presentadora de antígeno, desarrollándose el proceso inflamatorio mediante citoquinas como el IFN-gamma, TNF-alfa, IL-15 o IL-18. También existe actividad lítica de los linfocitos citotóxicos CD8+ sobre células epiteliales intestinales. Debido a la severidad de todos éstos acontecimientos se atrofian las vellosidades y resulta en una malabsorción de nutrientes y por ende varias deficiencias nutricionales pudiendo tener una clara repercusión a nivel sistémico.
Es por ello que la enfermedad celíaca es autoinmune; el organismo reacciona contra sí mismo en presencia de gluten. La celiaquía suele ir acompañada de otras enfermedades autoinmunes, como espondilitis anquilosante, artritis reumatoide, psoriasis, hipo o hipertiroidismo y más.
Se suele hablar del iceberg del celíaco: muchos casos no están detectados y sólo se ve la punta del iceberg –los diagnosticados–. La enfermedad celíaca es diagnosticada a cualquier edad, pero la mayor prevalencia se observa en la edad adulta (entre los 40–46 años), y se estima que hay más no-diagnosticados. Entre los síntomas más comunes están la pérdida de peso, pérdida de apetito, vómitos, diarrea, astenia, adinamia, retraso del crecimiento, pérdida de masa muscular, etc.
Hace escasos días, la revista Science (acceso a link n°5) publicaba la sorprendente relación entre los reovirus (virus RNA que afectan al tracto gastrointestinal) y la enfermedad celíaca, ya que éstos pueden tener que ver en la patología y quién quizá pueda arrojar un poco de luz en el desarrollo de un posible tratamiento.
Por todo ello es que hay que tener especial cuidado si tenemos algún conocido celíaco, ¡además de que siempre se agradece que haya comida sin gluten si vamos a algún lugar!
Fuente: ELSEVIER — Nota del 27 de mayo 2017 por Santiago Evora Soldo